Nunca pensé que mis estudios en Humanidades fueran a serme de demasiado uso en el mundo mágico de la conexión con la tierra y la luna, los ritualitos, mis escapadas salvajes con mis hermanitas del círculo de mujeres… pero me equivocaba. Mi preocupación por basar mi conocimiento en fuentes fidedignas me llevó a leerme hace unas semanas un libro pendiente en mi carrera, Historia de las creencias y las ideas religiosas de Mircea Elíade, uno de los fundadores de la Historia moderna de las religiones. Y en él he encontrado referencias claras que explican acerca del ciclo lunar y su relación con la mujer y la tierra, es decir, con la fertilidad.

Pues resulta que según los estudios, unos 15.000 años antes del descubrimiento de la agricultura (durante el paleolítico) ya se utilizaba el ciclo lunar con fines prácticos, dado que  el simbolismo lunar ha integrado en un único «sistema» realidades tan diversas como la mujer, las aguas, la vegetación, la serpiente, la fecundidad, la muerte, el «renacer», etc.

La relación de la mujer con el ciclo de la luna se une pues en el mundo vegetal, de ahí uno de los capítulos de su libro: La mujer y la vegetación, espacio sagrado y renovación periódica del mundo. En éste explica que el descubrimiento de la agricultura provocó una crisis de valores en el Paleolítico, pues se pasó de sacralizar el mundo animal a sacralizar el mundo vegetal, un cambio que implicaría el refuerzo de la figura femenina en la sociedad.

El origen de la mujer sagrada

Al parecer las mujeres desempeñaron un papel decisivo en la domesticación de las plantas, pues ellas fueron las que se convirtieron en propietarias y responsables de los campos cultivados. Así que su posición social se vio reforzada, creándose instituciones como la matrilocación (el marido se ve obligado a vivir en la casa de su esposa).

La fertilidad de la tierra y la fecundidad de la mujer se solidarizan; en consecuencia, las mujeres se convierten en responsables de la abundancia de las cosechas, pues ellas son las que conocen el «misterio» de la creación. Se trata de un misterio religioso que rige el origen de la vida, el proceso de la alimentación y la muerte. El suelo fértil se asemeja a la mujer. Más tarde, después del descubrimiento del arado, el trabajo agrícola se asimila al acto sexual.

Mujer-Madre-Tierra1

Sin emabargo, según Elíade, no fue el descubrimiento de la agricultura lo que condujo a esta creatividad religiosa, sino el misterio del nacimiento, de la muerte y del renacer identificado en el ritmo de la vegetación.

Entorno a la mujer y el ciclo lunar Elíade no se extiende demasiado, pero me bastan estas palabras con las que cierro este artículo:

Un simbolismo complejo, de estructura antropocósmica, asocia la mujer y la sexualidad a los ritmos lunares, a la Tierra (asimilada a la matriz) y a lo que hemos de llamar el «misterio» de la vegetación. Un misterio que exige la «muerte» de la semilla para asegurarle un nuevo nacimiento aún más maravilloso por el hecho de que se traduce en una sorprendente multiplicación.

fuente:

Mircea Elíade, Historia de las creencias y las ideas religiosas, tomo I (De la Edad de Piedra a los misterios de Eleusis), Editorial Paidós.

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