Estaba leyendo una entrevista a Sidarta Ribeiro, neurocientífico brasileño que ha escrito El oráculo de la noche, un libro que realiza un recorrido personal, científico y magistral por la historia de los sueños, cuando me ha llamado la atención que Ribeiro vea el origen del desconocimiento general actual que las personas tienen sobre los sueños, en el nacimiento del capitalismo y de la ciencia en 1500.

Para empezar el viaje que lleva a la anterior afirmación, el periodista de El Mundo le pregunta por la función del sueño y el investigador afirma que soñar realiza funciones tan necesarias como “desintoxicar el cerebro, consolidar memorias, permitiendo borrar lo que hay que olvidar y transformar lo que hay para generar ideas nuevas”.

Esta última función que señala Ribeiro es muy interesante porque nos invita a ver los sueños como una puerta hacia nuestra creatividad, tema que también mueve a la profesora de la Harvard Medical School y psicóloga Deirdre Barrett, autora de 5 libros sobre sueños, tratando en concreto el tema de la creatividad en El comité del sueño: cómo artistas, científicos y atletas usan sus sueños para resolver de forma creativa problemas-Y cómo tú también puedes hacerlo.

Según la autora, que toma de John Steinbeck la idea de “el comité de los sueños”, los sueños son el escenario en el que atravesamos dificultades y resolvemos cuestiones que permiten un espacio para lo nuevo. En ese sentido, el comité del sueño es la alegoría que ve a los sueños como a una asamblea sabia con la que nos reunimos cada noche.

Otro psicólogo y y neurocientífico que se acerca a la teoría del autor brasileño y la doctora de Harvard, es el finlandés  Anti Revonsuo. Revonsuo tiene numerosos artículos y conferencias basados en experimentos científicos acerca de lo que él ve como la función biológica de los sueños, según la cual los sueños son escenarios para el advenimiento de situaciones amenazantes (física, psicológica o emocionalmente hablando) que nos preparan para que podamos experimentarlas, practicar su transformación e incluso llegar a evitarlas.

Otros profesionales se dedican a demostrar las muchas utilidades que tienen nuestros sueños. Charlie Morley, budista y especialista en sueños lúcidos dirige un programa muy emocionante por el que veteranos de guerra están pudiendo trabajar con el síndrome post traumático (PTSD) a través de los sueños (documental en este enlace).

Los ejemplos anteriores se apoyan en algo que también ve Ribeiro “los sueños son un oráculo probabilístico, una máquina neuro-biológica que integra un montón de informaciones del pasado y trata de simular un futuro posible”. De ahí que él se refiera a ellos como “la farola hacia el futuro”. Sin embargo, si nos fijamos con más detalle en el trabajo con las pesadillas de los veteranos de guerra con los que trabaja Morley, éstos trabajan con sus sueños de modo que recrean en ellos la situación traumática para así poder enfrentarse a ella cada vez con mejores recursos internos, trascendiendo con cada intento los aspectos dolorosos de la experiencia pasada. Por lo que podríamos pensar que los sueños también pudieran ser, además de una farola hacia el futuro, “un flexo hacia el pasado” que mejora nuestra experiencia del presente.

Ribeiro, Deirdre y Revonsuo tienen en común la mirada que ve los sueños como una oportunidad para volvernos más diestros y resolutivos, mejor preparados. Pero me han parecido especialmente interesantes los datos que da Ribeiro por la cuestión que ya anunciaba al inicio de este texto.

Según él, hasta el año 1500 aproximadamente los sueños jugaban un rol muy importante en las diferentes comunidades, pueblos, incluso para las antiguas grandes civilizaciones como lo fueron griegos, romanos y egipcios, babilonios, etc.

Penelope’s dream

Penelope’s dream

“Desde el principio de los tiempos, desde el principio del linaje humano hasta más o menos el año 1500, el sueño era uno de los principales faroles hacia el futuro. Así era en todas las civilizaciones antiguas de las cuales tenemos conocimiento, y así sigue siendo en los pueblos cazadores-recolectores, lo que sugiere que también era así en el paleolítico y el neolítico. Hasta el año 1500, si uno tenía un sueño que dijera que tal o cual cosa debía hacerse, se lo decía a los demás para que pudieran realizarlo. Era legítimo decir vamos a invadir tal país por qué lo he soñado, vamos a cazar a este animal porque lo vi en un sueño… El sueño era en sí mismo una instancia que validaba el contenido. Pero el sueño también necesitaba interpretación, porque tampoco eran tan ingenuos como para pensar que todo lo que estaba en los sueños era verdad. Sabían que había que filtrarlos, pero para ellos los sueños eran oro.”

Se sabe que nuestros ancestros soñaban con la enfermedad y con la muerte, pero también los usaban para recibir información que les fuera de ayuda en los aconteceres de la vida. Así, muchos eran los que dormían a las puertas del templo del dios Asclepio para recibir la medicina necesaria durante el sueño (incubación de sueños). Emperadores y Reyes no daban un paso al frente sin consultar con la noche, siendo cualquier atisbo de mal presagio tomado con enorme respeto.

Sabemos que Julio César soñó que se encontraba con Júpiter justo antes de ser asesinado y su mujer soñó literalmente con la muerte de éste. Napoleón Bonaparte le dio la mala fama al pobre gato negro al soñar dos veces con uno y perder después dos batallas, Mark Twain experimentó la futura muerte de su hermano en sueños, así como Abraham Lincoln también hizo con la suya propia.

Podríamos decir entonces que los sueños gozaban de gran autoridad en el pasado, pero ¿por qué hasta 1500 según Ribeiro? El investigador nos explica que fue cuando la ciencia y el capitalismo nacieron (proceso más o menos largo que tiene que ver con el interés por el conocimiento empírico y el intercambio de bienes en detrimento de la mera producción para autoconsumo), que tuvo el inicio del ocaso de los sueños como fuente de sabiduría.

 

Podríamos resumir (muy mucho) que la ciencia empezó a contarnos lo que debemos creer y el capitalismo nos vendió un bienestar basado en la adquisición de bienes, el estatus y el poder social, con el tiempo llegando a diseñar para nosotros un estilo de vida que automatiza, generando hábitos poco saludables y nos empuja a delegar nuestra autonomía en algo externo.

No es que ciencia y capitalismo sean negativos en sí mismos, es más bien lo que hemos hecho de ellos. El sistema capitalista y la política actual se parecen mucho a un  padre y una madre que mantienen a sus hijos dormidos, tomando decisiones por ellos, proyectando la idea de que saben lo que necesitan, sobreprotegiéndolos “con todo el amor del mundo”, minando así  la capacidad para el aprendizaje, su autonomía y también su salud. Es así como se generan los vínculos de codependencia en el que ninguna de las partes es libre.

Los sueños pertenecen para muchos al ámbito de la superstición y lo esotérico y para este pensamiento, cuanto menos nos apoyemos en ellos mejor. Pero la realidad es que la mayoría hoy vivimos bajo la supremacía de un poder que es externo, y los sueños son interesantes como recurso que nos permite abrirnos a nuestro poder interior, porque los sueños nos ponen frente al misterio de lo desconocido, nos retan, invitándonos cada noche a cuestionarnos los límites de la realidad.

Si los sueños, según nos cuentan estos profesores y especialistas, tienen que ver con nuestra capacidad de resolver problemas, de anticipar acontecimientos y crear cosas nuevas, podríamos pensar que los sueños juegan un papel importante en el proceso evolutivo de los seres humanos.

En el pasado, las imágenes oníricas estaban relacionadas con significados que tenían sentido para nuestros ancestros. Este sentido  ha evolucionado con el tiempo, de forma que ya no tenemos por qué erizarnos al ver a un gato negro en sueños, aunque el paso del tiempo lo ha dotado de ese significado también, sino más bien preguntarnos por nuestra relación con los gatos y el sentido que tienen éstos para nosotros.

Las imágenes oníricas corresponden pues a una forma de ver la vida: contienen las creencias, los miedos y los anhelos de aquellos que las soñamos. Así pues, los sueños no sólo nos permiten transformar situaciones futuras o pasadas, convirtiéndose en herramientas para nuestra evolución, sino que además nos permiten conocernos a niveles profundos.

“El sueño genera nuevas ideas. Pero nosotros, occidentales, postmodernos, estamos en un mundo donde no hay lugar para el sueño. El sueño no es un asunto, no es un tema, es como un súperpoder que tenemos pero que no sabemos usar”.

Me uno al sentimiento de Ribeiro cuando dice lo anterior. Muchas personas no recuerdan sus sueños, ya sea porque desconocen la utilidad que éstos tienen o porque nuestras ajetreadas vidas nos llevan cansados al mundo del sueño.

Dice Alice Walker, autora y feminista galardonada con el Pulitzer que “La forma más común en que las personas renuncian a su poder es pensando que no tienen ninguno.” Mi experiencia profesional en terapia con sueños me permite confirmar que recordar los sueños y aprender a usarlos no es ningún juego esotérico, sino más bien algo que todos debiéramos aprender, porque nuestro contenido inconsciente nos acerca a una información que, de un lado, nos permite integrar partes reprimidas, olvidadas o simplemente anuladas, además de trasladarnos a otras realidades posibles con las que rompemos esquemas mentales que a menudo nos limitan, y del otro, tal y como dicen los anteriores autores mencionados, los sueños son un puente hacia la superación, la evolución y la creatividad.

A mi me gusta ver los sueños como un resorte que la madre naturaleza ha insertado en los seres humanos, desplegadores del camino de balsodas amarillas hacia el poder personal y el bienestar real, que tiene que ver con ser más autónomos y aceptar la responsabilidad hacia la coherencia con las leyes esenciales de la vida, pues los sueños nos enseñan a conocer y respetar los procesos internos que se mueven detrás de las bambalinas del teatro de nuestros días.