La introyección es un mecanismo neurótico mediante el cual incorporamos dentro de nosotros mismos, patrones, actitudes, modos de actuar y pensar que no son verdaderamente nuestros. (Fritz Perls)

«Debes ser bueno con los demás», «no eres suficientemente bueno/a»,  «si no trabajas duro eres un vago», «tienes que complacer a los demás para que te quieran», «el sexo no está bien visto, tienes que esconderlo», «para que te quieran debes hacer reir», «debes respetar siempre a los mayores», «cuanto más trabajes, mejor», «debes ser educado/a» y un interminable etc.

couvEstos son algunos ejemplos de introyectos. Los introyectos proceden de lugares diferentes, pueden tener su origen en el hogar a través de la actitud de las personas con las que se ha criado cada uno, pero también la escuela, el barrio, la ciudad, la cultura… Los más importantes suelen venir de las personas que más queríamos durante nuestra infancia.

No todos los introyectos son nocivos para la persona, sin embargo, en terapia solemos desvelar los conceptos que le duelen al paciente y que ha interiorizado. Éstos son los que no están beneficiando el buen desarrollo.

Por ejemplo, una persona que ha crecido en un entorno donde se le ha enseñado, aunque sea subliminalmente, que tener estudios es importante hasta el punto en que sin ellos uno no vale nada, puede sufrir mucho si por lo que sea no consigue terminar una carrera en la Universidad. Rebelarse al introyecto sería no querer estudiar y ponerse a trabajar muy temprano, para alejarse de lo que apremia la familia. Esto último también puede acarrear sufrimiento, porque se sigue teniendo como referente la ley familiar y por lo tanto se siente su peso.

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Este es un ejemplo más o menos sencillo, pero explica la fuerza que ejerce el patrón familiar (o de otro ámbito en el que hayamos crecido) en las elecciones que hacemos en nuestra vida.

Es interesante ver cómo a veces los introyectos son «subliminales»,  el mensaje entonces está implícito en la actitud del familiar y así se pega en el inconsciente del niño. Por ejemplo, un padre que no mira nunca a su hijo o hija, que le presta poca atención o ninguna, puede provocar el desarrollo de un introyecto en el niño y más tarde en el adulto como «yo no soy importante», un introyecto como este puede desestructurar mucho la vida de una persona, ya que conlleva muchos problemas en las relaciones.

Parte de la terapia Gestalt se dedica a localizar estos introyectos, de manera que el paciente pueda ver el mapa que lo ha guiado en su vida. Una vez tiene los patrones a la vista, puede observar cómo le han afectado y decidir si desea seguir aceptándolos o, por el contrario, quiere crear una nueva forma de vida.